sábado, 30 de marzo de 2013


HISTORIA PERVERSA DEL CORAZÓN HUMANO
Milad Doueihi

A través del tiempo, el corazón ha sido investido con diversos significados. Representados en obras mitológicas, teológicas y literarias, el corazón se convierte en un poderoso objeto de identificación y substitución.
En este libro, el autor revisa el mito del corazón comido. Comienza aludiendo a las teologías órficas y pitagóricas que se articulan en torno a la leyenda de Dionisos, que renació a partir de su corazón. Esto se relaciona con el tabú sobre el consumo de carne (que provocaría que las almas quedaran atrapadas en los cuerpos de aquellos que la consumían).
En este sentido, dado que el corazón podría regenerar la individuo, al ser comido, impediría  cualquier regeneración posterior.
Hace una interesante reflexión sobre los significados simbólicos del acto de la comida, concretamente de la dimensión religiosa y antropológica de la comida colectiva que tiene lugar en los funerales. En este caso, el hecho de comer marcaria una diferencia ritual con el difunto: los vivos, permanecen y, al comer, se diferencian del fallecido, que ya no lo puede hacer. Este rito, ayudaria a la despedida; al proceso del duelo.
Hace un referencia psicoanalítica diferenciando la “incorporación” de la “introyección” como distintas formas de enfrentarse a la pérdida de un ser querido. En este caso, los banquetes funerarios ayudarían evitar la incorporación, en la que el proceso del duelo seria anómalo. En este caso, el sujeto rechazaría la pérdida de forma que el fallecido seguiría de alguna forma vivo.
Los relatos de corazones comidos se articulan a través de estos mecanismos en el sentido de que, al comer el corazón del fallecido, se produciría una incorporación.
Hace referencia a historias como el cuento de “Los dos hermanos”, que procede del antiguo Egipto,  el “Lai d’Ignaure” (S XIII),  “Le Coeur mangé” (1635) de Jean-Pierre Camus o los relatos de corazones comidos del Decamerón. En general, todos giran alrededor de la idea del marido que da muerte al amante, obligando a la esposa a que, sin saberlo, coma su corazón. Este acto de venganza, tiene un efecto contrario y perverso ya que el acto de la comida es una verdadera incorporación que impide la despedida, de forma que el amante pervive en el cuerpo de la mujer.
En las leyendas del corazón comido éste actúa como regenerador, como “resucitador”, en el sentido que revive el amor de los amantes para siempre.
En un registro ya distinto, y siguiendo en la línea antropológica del acto de comer, habla de cómo la moral devota (en este caso, la cristiana), asemeja el acto de la comida a la sexualidad, con el fin de marcar las pautas de las “buenas costumbres devotas”.
De esta manera, los textos moralista, a menudo utilizan la simbología de la comida para dar recomendaciones sobre el sexo. En uno de los capítulos de su “Introducción a la vida devota” Francisco de Sales habla del deseo sexual: “existe algún parecido entre las voluptuosidades vergonzosas y las del comer, puesto que ambas se refieren a la carne, aunque las primeras, en razón de su brutal vehemencia, se llaman simplemente, carnales”. Comida y sexualidad son equivalentes y esta semejanza se mueve a través de un término común muy explicito: CARNE.
En la doctrina cristiana, la sexualidad es el resultado directo de la Caída y toda unión sexual repite la separación entre le hombre y su Creador. La propia Caída es el resultado de una seducción y de un deseo satisfecho con el acto de una transgresión alimentaria.  El impulso “excesivo” del pecado original es considerado como una referencia a las pasiones, en general, y a la sexualidad, en particular. Sexualidad/gula.
Curiosamente, la devoción cristiana sigue utilizando la metáfora de la comida, con la Eucaristía, aunque en un sentido diferente, positivo, en este caso. Si la comida nos ha llevado a la Caída (comida de la manzana-transgresión-pecado original), otro tipo de comida (el cuerpo de Cristo), nos redime. De esta manera, el mito del corazón comido se representa en el sentido místico de la Eucaristía.
El corazón es una figura integradora, en la que convergen la parte carnal y la espiritual. La ciencia (fisiología), es la que “destrona” al corazón en aras del cerebro (Harvey y su consideración del corazón como bomba).
Descartes sitúa el alma en el cerebro (concretamente en la glándula pineal), en lugar del corazón. De todas formas, el corazón viene a ocupar el centro del carácter y de las pasiones (Le Rochefoucaud).
Pascal habla de un tipo de conocimiento más racional (el del cerebro) y otro más “intuitivo” (el del corazón), al que le da una mayor importancia.



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