HISTORIA PERVERSA DEL CORAZÓN HUMANO
Milad Doueihi
A través del tiempo, el corazón ha sido investido con
diversos significados. Representados en obras mitológicas, teológicas y
literarias, el corazón se convierte en un poderoso objeto de identificación y
substitución.
En este libro, el autor revisa el mito del corazón comido. Comienza
aludiendo a las teologías órficas y pitagóricas que se articulan en torno a la
leyenda de Dionisos, que renació a partir de su corazón. Esto se relaciona con
el tabú sobre el consumo de carne (que provocaría que las almas quedaran
atrapadas en los cuerpos de aquellos que la consumían).
En este sentido, dado que el corazón podría regenerar la
individuo, al ser comido, impediría cualquier regeneración posterior.
Hace una interesante reflexión sobre los significados
simbólicos del acto de la comida, concretamente de la dimensión religiosa y
antropológica de la comida colectiva que tiene lugar en los funerales. En este
caso, el hecho de comer marcaria una diferencia ritual con el difunto: los
vivos, permanecen y, al comer, se diferencian del fallecido, que ya no lo puede
hacer. Este rito, ayudaria a la despedida; al proceso del duelo.
Hace un referencia psicoanalítica diferenciando la
“incorporación” de la “introyección” como distintas formas de enfrentarse a la
pérdida de un ser querido. En este caso, los banquetes funerarios ayudarían
evitar la incorporación, en la que el proceso del duelo seria anómalo. En este
caso, el sujeto rechazaría la pérdida de forma que el fallecido seguiría de
alguna forma vivo.
Los relatos de corazones comidos se articulan a través de
estos mecanismos en el sentido de que, al comer el corazón del fallecido, se
produciría una incorporación.
Hace referencia a historias como el cuento de “Los dos
hermanos”, que procede del antiguo Egipto,
el “Lai d’Ignaure” (S XIII), “Le
Coeur mangé” (1635) de Jean-Pierre Camus o los relatos de corazones comidos del
Decamerón. En general, todos giran alrededor de la idea del marido que da
muerte al amante, obligando a la esposa a que, sin saberlo, coma su corazón.
Este acto de venganza, tiene un efecto contrario y perverso ya que el acto de
la comida es una verdadera incorporación que impide la despedida, de forma que
el amante pervive en el cuerpo de la mujer.
En las leyendas del corazón comido éste actúa como
regenerador, como “resucitador”, en el sentido que revive el amor de los
amantes para siempre.
En un registro ya distinto, y siguiendo en la línea
antropológica del acto de comer, habla de cómo la moral devota (en este caso,
la cristiana), asemeja el acto de la comida a la sexualidad, con el fin de
marcar las pautas de las “buenas costumbres devotas”.
De esta manera, los textos moralista, a menudo utilizan la
simbología de la comida para dar recomendaciones sobre el sexo. En uno de los capítulos
de su “Introducción a la vida devota” Francisco de Sales habla del deseo
sexual: “existe algún parecido entre las voluptuosidades vergonzosas y las del
comer, puesto que ambas se refieren a la carne, aunque las primeras, en razón
de su brutal vehemencia, se llaman simplemente, carnales”. Comida y sexualidad son
equivalentes y esta semejanza se mueve a través de un término común muy
explicito: CARNE.
En la doctrina cristiana, la sexualidad es el resultado
directo de la Caída y toda unión sexual repite la separación entre le hombre y
su Creador. La propia Caída es el resultado de una seducción y de un deseo
satisfecho con el acto de una transgresión alimentaria. El impulso “excesivo” del pecado original es
considerado como una referencia a las pasiones, en general, y a la sexualidad,
en particular. Sexualidad/gula.
Curiosamente, la devoción cristiana sigue utilizando la metáfora
de la comida, con la Eucaristía, aunque en un sentido diferente, positivo, en
este caso. Si la comida nos ha llevado a la Caída (comida de la manzana-transgresión-pecado
original), otro tipo de comida (el cuerpo de Cristo), nos redime. De esta
manera, el mito del corazón comido se representa en el sentido místico de la Eucaristía.
El corazón es una figura integradora, en la que convergen la
parte carnal y la espiritual. La ciencia (fisiología), es la que “destrona” al
corazón en aras del cerebro (Harvey y su consideración del corazón como bomba).
Descartes sitúa el alma en el cerebro (concretamente en la glándula
pineal), en lugar del corazón. De todas formas, el corazón viene a ocupar el
centro del carácter y de las pasiones (Le Rochefoucaud).
Pascal habla de un tipo de conocimiento más racional (el del
cerebro) y otro más “intuitivo” (el del corazón), al que le da una mayor
importancia.